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Markina-Gernika 26 kms. Dificultad media
Entre conventos y barro: De Markina a Iruzubieta
La salida de Markina-Xemein nos lleva por detrás de la iglesia, donde las paredes del convento de Carmelitas parecen emitir un susurro piadoso. Tal vez rezan por los peregrinos que cruzan el río Artibai por un puente de piedra, cuyas losas han acumulado más barro del que cualquier peregrino podría soportar sin lanzar una mirada al cielo en busca de explicaciones.
El camino junto a la senda fluvial es un regalo visual, aunque nuestras botas pronto se rebelan ante tanta belleza resbalosa. Llegamos a la ermita de Erdotza, un edificio que observa con la paciencia de quien ha visto pasar generaciones enteras de almas sudorosas y llenas de fe. El paisaje se abre y, al alcanzar Iruzubieta, parece que el tiempo aquí ha decidido hacer una pausa, quizá también cansado de tanta cuesta.
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Un suspiro histórico: De Iruzubieta a Bolibar
El ascenso desde Iruzubieta es engañosamente suave. El valle se despliega ante nosotros con un verdor que parece un grito de esperanza, pero pronto descubrimos que el Camino no regala nada. Al descender, encontramos una zona de descanso con mesas y bancos que, en nuestra situación, podrían ser el mobiliario de un palacio.
Bolibar, con su nombre de resonancias históricas, nos recibe con una calma que casi contradice su fama. El museo Simón Bolívar y la iglesia de Santo Tomás se convierten en paradas obligatorias, no tanto porque queramos empaparnos de historia, sino porque cualquier excusa para detenernos es bienvenida. La plaza del ayuntamiento, con su monumento al libertador, nos observa con la indiferencia de quien sabe que somos una más de tantas mochilas que han pasado por allí.
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Bolibar a Ziortza: Una subida que pone a prueba la fe
Desde Bolibar, la calzada medieval empedrada se presenta como un manual de tortura para tobillos. Cada piedra parece tener un contrato exclusivo con el desgaste y el sufrimiento. Mientras ascendemos, nos preguntamos cuántos peregrinos habrán maldecido esta ruta antes de nosotros. Quizá demasiados, pero pocos con nuestra elocuencia.
El monasterio de Zenarruza, al final de la subida, es una recompensa que parece sacada de otro mundo. Su arco con el escudo del águila nos recibe como una puerta a la calma. En el patio-jardín, rodeados de muros que parecen impregnados de siglos de oraciones, finalmente sentimos que el Camino también sabe recompensar a quienes persisten.
Ziortza a Munitibar: Pasarelas, bosques y un café que salva vidas
Abandonamos el monasterio para adentrarnos en un sendero que atraviesa bosques de ensueño, donde la luz juega a filtrarse entre las copas de los árboles. Las pasarelas de madera nos ayudan a esquivar el barro, aunque seguimos sospechando que este elemento natural tiene un contrato para perseguirnos.
El descenso nos lleva hasta Munitibar, un pueblo que parece flotar en una burbuja de calma. Nos sentamos en una terraza, donde un café caliente y un trozo de pan nos saben a banquete real. Los vecinos nos saludan con una amabilidad que casi hace que olvidemos las horas de barro acumulado. Casi.

Rumbo a Gernika: Munitibar a Olabe y Mendieta
Desde Munitibar, el ascenso nos lleva a la ermita de Santiago, un edificio del siglo XVIII que parece mirarnos desde su altura con algo entre curiosidad y burla. Seguimos subiendo y bajando por senderos que serpentean entre colinas y caseríos. Cada paso es un recordatorio de que el Camino es tan filosófico como físico: una lucha constante entre nuestras limitaciones y nuestra determinación.
El puente de Artzubi, una joya del siglo XVI, nos transporta a una época en la que los caminos eran igual de complicados pero las quejas menos elocuentes. La iglesia de Santo Tomás Apóstol, con su pórtico de madera, ofrece un respiro tanto físico como visual antes de enfrentar las últimas cuestas.
La llegada a Gernika
Las últimas bajadas y subidas nos conducen finalmente a Gernika, donde el bullicio urbano nos golpea con una mezcla de alivio y confusión. Cruzamos un paseo arbolado y alcanzamos la Casa de Juntas y el Árbol de Gernika, lugares cargados de historia y simbolismo que parecen murmurar algo demasiado profundo para mentes agotadas.
Sellamos nuestras credenciales con la satisfacción de quien ha conquistado otra etapa, conscientes de que este simple gesto encierra todo lo vivido: las risas, el barro y las pequeñas victorias que hacen que todo valga la pena.
TIPS
Tracks de las etapas
En este enlace puedes acceder al track de la quinta etapa del Camino del Norte, desde Markina hasta Gernika. Útil para seguir la ruta y asegurarte de no perderte en el camino.
Gernika: Un recorrido por su esencia
Gernika-Lumo, conocida simplemente como Gernika, es una localidad cargada de historia y simbolismo en el País Vasco. Fundada en 1366, ha sido testigo de eventos que han marcado su identidad y la de toda una nación.
- Casa de Juntas y Árbol de Gernika: Este es el corazón político y simbólico del País Vasco. Bajo el emblemático Árbol de Gernika, los líderes vascos han jurado durante siglos defender las libertades del pueblo. La Casa de Juntas, con su arquitectura neoclásica, alberga sesiones parlamentarias y es un símbolo de la autonomía vasca.
- Museo de la Paz: Inaugurado en 1998, este museo ofrece una reflexión profunda sobre el bombardeo de Gernika en 1937 y promueve la cultura de la paz. A través de exposiciones interactivas y testimonios, invita a los visitantes a comprender el impacto de la guerra y la importancia de la reconciliación.
- Parque de los Pueblos de Europa: Este espacio verde combina naturaleza y arte, con esculturas de artistas de renombre como Eduardo Chillida y Henry Moore. Es un lugar ideal para pasear y contemplar la fusión entre la creatividad humana y el entorno natural.
- Restaurante Boliña El Viejo: Conocido por su cocina tradicional vasca, ofrece platos como bacalao a la vizcaína y chuletón a la parrilla. Su ambiente acogedor y su atención al detalle lo convierten en una parada obligatoria para los amantes de la buena mesa.
- Asador Etxanobe: Este restaurante combina tradición y modernidad, ofreciendo una experiencia culinaria que resalta los sabores locales con un toque innovador. Sus platos estrella incluyen el marmitako y el txuleta de vaca madurada
Código ético: Ninguno de los establecimientos mencionados ha pagado por aparecer en este espacio.