La Puerta de Alfonso VI
Caminé decidido a cruzarla, dejándome atrapar por la piedra redondeada erosionada por los años y la majestuosidad de la torre y sus arcos de época musulmana. Pasé al otro lado imaginando a los soldados que algún día montaron guardia en ella, sintiendo como mis dedos abrazaban la empuñadura de mi espada paraguas, dejándome llevar por el juego que me proponía mi Infante infantil. Las poses de mis fotos dan fe de tal juego disimulado.
Al otro lado de la muralla me recibió un patio, casas de piedra y callejuelas empedradas. Hice un esfuerzo para no desenvainar mi espada paraguas y dar rienda suelta a mis impulsos de niño. Así que volví, en todos los sentidos, y me hice una foto de hombre adulto, salvo por la forma en que mi mano se apoyaba en la empuñadura de mi espada, perdón, en el mango de mi paraguas.
En busca de los cobertizos
La lluvia terminó de devolverme al siglo XXI, haciéndome usar mi paraguas para su cometido real. El viento lo convertía en algo casi inútil, pero me cobijé bajo él esperanzado en que de alguna gota me librase. Subimos las escaleras mecánicas que nos llevaron de nuevo al centro histórico, cerca de la iglesia de Santa Leocadia, un ejemplo más del mestizaje arquitectónico de las iglesias toledanas (como Santiago del Arrabal, junto a Puerta Bisagra) que se mueven entre lo cristiano, lo musulmán, lo judío, lo mozárabe y lo mudéjar. ¿Qué lío, no?
Desde allí hicimos como que nos perdíamos por las calles de Toledo, entre las iglesias y conventos, las callejuelas que nos llevan a unos y otros, como la calle Aljibes, donde una escalera de piedra en la pared lleva a una elevada ventana con postigos de madera que albergaba una fuente no hace tanto tiempo. Nos dejamos embaucar por el aspecto tenebroso y envejecido de los cobertizos, pasadizos que surgieron de la necesidad de comunicar unos conventos con otros sin que las monjas tuvieran que salir a la calle. Monjas del siglo XXI que descubro mirando a través de una enrejada ventana interior en una iglesia, escondidas en la oscuridad como apariciones fantasmagóricas.
La Iglesia de los Jesuitas
Nuestro simulado caminar errático nos llevó hasta la iglesia de los Jesuitas, una de las visitas incluidas en nuestra pulsera de todo incluido monumental. Caminamos por su recinto, también por aquellos espacios que no solemos ver de las iglesias, los pasillos, las ventanas con vistas inesperadas y también la subida a la torre.
Resulta curioso caminar por el tejado de una iglesia encaramado a una pasarela que comunica las torres sobre las tejas. Mirando alternativamente abajo y al paisaje que la altura sobre la ciudad te ofrece. Las calles, con los visitantes y ciudadanos con los paraguas desplegados, obligados por la lluvia caprichosa. Vistas fotografiadas miles de veces, desde aquí y desde el otro lado del Tajo, con el Alcazar que obvié visitar y la Catedral que me depararía algunas sorpresas.
Descendimos de las torres por las vertiginosas escaleras metálicas tratando de no mirar al vacío de la hueca torre. Salimos a la calle y volvimos a hacer como que nos perdíamos, que no sabíamos donde íbamos y ahora que lo escribo ¿Acaso importaba?
TIPS
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Dónde alojarse
Hospedería de los Reyes
Hospedería de los Reyes. Es uno de esos alojamientos pequeñitos con encanto. Está al ladito de la muralla de Toledo y muy cerquita de la Puerta Bisagra y del centro de la ciudad.
Dónde comer
El bar Skala, en el callejón de la sal, que desemboca en la calle Hombre de Palo. Un garito en plan bar de parroquianos pero con unos pinchos (tapas para nosotros) buenísimos y a buen precio.
El "Tapas" y el "Enebro" realmente los únicos que tienen el enfoque de tapeo al que estamos acostumbrados. Ambos podréis encontrarlos cruzando el arco de la plaza Zocodover, bajando las escaleras y dejando atrás la escultura de Cervantes. El primero queda a la derecha y puedes elegir la tapa. El segundo está a la izquierda, en dirección al Alcazar, con la bebida te ponen tu bocatita.
El concepto de tapa en Toledo corresponde al de media ración, y no son baratas. No confundirse. Nosotros utilizamos la táctica de entrar, pedir un vino y ver qué pasaba. Si nos ponían un pincho, si no, y todas esas cosillas que se observan tras la barra de un bar.
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