El día amanece entre brumas y el murmullo lejano del Cantábrico envuelve cada paso. En Zarautz, el aire es fresco, cargado de una humedad que cala hasta los huesos y despierta el alma a la aventura que se despliega frente a nosotros. Es una jornada que promete laderas empinadas y verdes tan intensos que casi duelen a la vista.
Los campos de txakoli, salpicados de racimos que parecen de cristal, nos acompañan a lo largo de esta etapa, invitándonos a sumergirnos en el corazón del País Vasco más puro.
Zarautz-Deba 22 kms. Dificultad media
El arrullo del mar y los caminos de viñedos
Partimos desde Zarautz, despidiéndonos de su playa interminable y su paseo marítimo. El sendero nos da dos opciones: avanzar junto a la costa, con el oleaje como única compañía, o internarse en la senda que sube entre viñedos hasta la ermita de Santa Bárbara, un refugio que parece estar suspendido en el tiempo, con vistas que abarcan hasta donde el mar se pierde en el horizonte. Decidimos por la opción costera.
A medida que nos acercamos a Getaria, el camino parece impregnarse de historia. Este pequeño puerto, famoso por su "ratón", una colina que se alza en forma de islote y abraza al pueblo, ha sido testigo de innumerables expediciones y leyendas.
Al llegar, las calles empedradas invitan a pasear sin prisa, a detenerse en sus tabernas para degustar el txakoli que crece en estas laderas. Una copa refrescante, de sabor ácido y afrutado, acompañada de anchoas de la costa o de un guiso de merluza, nos recuerda que este es un lugar donde el tiempo se mide en momentos y el mar está siempre presente en cada bocado.
Getaria: La villa del navegante eterno
Getaria surge como una joya entre el horizonte y el mar, con el perfil de su ratón abrazando la villa y su historia entrelazada con el océano. Fue aquí donde nació Juan Sebastián Elcano, aquel navegante que, tras la muerte de Magallanes, se convirtió en el primer hombre en circunnavegar el globo. Caminar por sus calles de piedra es como hacer un viaje en el tiempo, recordando que este mismo suelo fue pisado por hombres que partieron hacia lo desconocido.
El puerto de Getaria, pequeño pero lleno de vida, ofrece un espectáculo que combina lo mejor de la tradición pesquera y vitivinícola. Las tabernas cercanas, en honor a la tierra y al mar, ofrecen platos donde el txakoli y las anchoas de sabor intenso son protagonistas. Cada sorbo, cada bocado, es un tributo a la costa vasca. Sentarse en una terraza frente al puerto, con el viento en la cara y una ración de pescado fresco, se convierte en un momento de pura conexión con el entorno.
Lugares de interés
Además del puerto y sus vistas, una parada obligada es el Museo Balenciaga, dedicado al célebre modista nacido aquí, cuya elegancia y visión redefinieron la moda en su época. Para los amantes del vino, los viñedos que se extienden en las colinas ofrecen una oportunidad de conocer el txakoli en su esencia, donde la uva se cultiva en pendientes que parecen precipitarse hacia el mar. Varias bodegas abren sus puertas al viajero para conocer los secretos de este vino.
Entre acantilados
Continuamos nuestro camino hacia Zumaia, espectáculo de fuerzas geológicas y belleza indómita. La ruta asciende hacia el barrio de Askizu, un rincón rural anclado en el pasado, entre caseríos de piedra y prados inclinados que caen al vacío. Desde aquí y a lo lejos, se adivinan los acantilados que han sido esculpidos por la marea durante millones de años.
Al llegar a Zumaia, la iglesia de San Pedro se alza como un vigía perenne. De porte gótico, robusta y solemne, es testigo privilegiado de esta tierra. A tiro de piedra, la ermita de San Telmo parece colgar sobre el océano, observando en silencio el drama geológico del flysch de Zumaia. El flysch se extiende en la costa como un libro abierto. Cada capa, cada pliegue, es testimonio de una época pasada, como si el tiempo mismo hubiera quedado atrapado en la piedra.
Para reponer fuerzas, el restaurante Itzurun, en el borde del acantilado, ofrece cocina local que combina la frescura del pescado con ingredientes sencillos y auténticos. Un plato de bacalao al pil-pil o un txangurro a la donostiarra completan la experiencia de Zumaia, ofreciendo al viajero sabores tan profundos como los propios acantilados que lo rodean.
Ascenso a Itziar y el descenso hacia Deba
Desde Zumaia, el sendero se interna en la montaña nuevamente, y el cansancio comienza a hacerse presente. Subimos hacia Itziar, donde cada paso cuesta más, donde el silencio del bosque envuelve y parece acompañar en el esfuerzo. Al llegar al pequeño santuario de Itziar, el descanso es tan necesario como gratificante; es un lugar de recogimiento que invita a una pausa, a contemplar la vista que se extiende hasta la costa, con el corazón aún acelerado por la subida.
Finalmente, el descenso hacia Deba es un tramo de contrastes. La cuesta parece infinita, el suelo resbala, pero al final se abre ante nosotros el río y el sonido del oleaje. Deba, con su aire de pueblo marinero, acoge al peregrino con la promesa de descanso y comida.
Deba es un pueblo que, aunque modesto en tamaño, guarda una atmósfera vibrante. Su iglesia de Santa María, una joya gótica del siglo XV, sorprende con su portada policromada, donde los detalles en las figuras de los apóstoles y la majestuosidad del Cristo Victorioso revelan la habilidad de los artesanos de otra época. Es un lugar para el recogimiento, una pausa antes del último tramo.
Ecos de sal y madera en un puerto eterno
Desde Deba, tomamos un corto viaje en autobús hacia Mutriku, otro pueblo asomado al mar. Estrechas callejuelas, arquitectura vasca que mezcla piedra y madera, y un vetusto puerto, envuelven al visitante en esa atmósfera tan característica de los pueblos costeros del norte de España. Aquí, el Cantábrico ruge con fuerza contra el espigón, como recordando que estas tierras siempre han vivido en diálogo constante con el océano.
Fundado en el siglo XIII, Mutriku aún conserva la esencia de aquellos días en los que las embarcaciones cargaban la pesca del día y zarpaban hacia el horizonte incierto. La brisa aquí parece más intensa, historias y viajes que se pierden en la memoria. Casas de antiguos comerciantes y marineros, que aún conservan escudos de armas y balcones de madera desde los que parece que alguien vigila el mar. La iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, mezcla de estilos y épocas, resguarda en su interior retablos y detalles que no dejarán indiferente al peregrino.
Ya en la parte alta del pueblo, la plaza de Arrietakua nos regala una vista panorámica del puerto y el mar abierto, un lugar ideal para detenerse y contemplar el paisaje mientras el día va apagándose.
Reflexiones del peregrino
Esta etapa del Camino Norte, marcada por el barro, el esfuerzo y el lado más salvaje de la costa, deja en el caminante una mezcla de sensaciones dificiles de transmitir. Cada tramo recorrido es un diálogo con la naturaleza, cada pueblo visitado, una lección de historia y de humanidad. Desde la salida en Zarautz hasta este último respiro en Mutriku, el camino te transforma, el tiempo pierde su urgencia y cada instante adquiere una dimensión única.
En Mutriku, con el mar al frente y la promesa de la siguiente etapa en el horizonte, es imposible no sentir una conexión profunda con este lugar. La costa vasca, con su espíritu indomable y su belleza cruda, deja en el alma una huella imborrable, una memoria de sal, viento y horizontes que, aunque no se ven, siempre están presentes.
TIPS
Tracks de las etapas
En este enlace puedes acceder al track de la segunda etapa del Camino del Norte, desde Zarautz hasta Deba. Útil para seguir la ruta y asegurarte de no perderte en el camino.
Alojamientos recomendados
En Deba:
Albergue de peregrinos Geltoki de Deba: Ubicado en el centro de la localidad, este albergue ofrece instalaciones básicas y un ambiente acogedor para los peregrinos. Es recomendable llegar temprano, ya que las plazas son limitadas.
Pensión Zumardi: Situada cerca de la playa, esta pensión ofrece habitaciones cómodas y limpias, con servicios adicionales como Wi-Fi gratuito y desayuno opcional. Es una opción ideal para quienes buscan un poco más de comodidad.
En Mutriku:
Albergue Izarbide: Localizado en el barrio de Ibiri, este albergue privado cuenta con 32 plazas distribuidas en dos habitaciones. Ofrece servicios como lavandería, cocina equipada y una pequeña tienda. Es recomendable reservar con antelación.
Pensión Kofradi Zaharra: Situada en el muelle de Mutriku, esta pensión ofrece habitaciones con vistas al puerto y un ambiente familiar. Es una excelente opción para quienes desean sumergirse en la atmósfera marinera del pueblo.
Dónde comer
En Deba
- Restaurante Urgain: Ofrece una variedad de platos tradicionales vascos, destacando sus pescados frescos y mariscos. El menú del día es una opción popular entre locales y visitantes.
- Urberu Sagardotegia: Ambiente increible. Buena calidad de carne y pescado. La sidra estupenda y el precio correcto.
En Mutriku
- Restaurante Piper: Conocido por su alta cocina familiar, especializado en pescados y mariscos de calidad. Platos como el besugo, las rabas y las kokotxas con almejas son altamente recomendados.
- Taberna Ametza: Ofrece cocina casera y tradicional, con especial atención a los pescados de la zona. Platos como las albóndigas, pimientos rellenos y merluza a la plancha son destacados por los comensales.
Código ético: Ninguno de los establecimientos mencionados ha pagado por aparecer en este espacio.